jueves, 17 de marzo de 2011

Carta de despedida

Carta de despedida

Si por un instante Dios se olvidara de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, aprovecharía ese tiempo lo más que pudiera.
Posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo.
Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan.
Dormiría poco, soñaría más, entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos, perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen.

Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo, sino mi alma.
A los hombres les probaría cuán equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse!
A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar.

A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... He aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada.
He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por primera vez, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre.

He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse.
Son tantas cosas las que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas.
Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.
Si supiera que estos son los últimos minutos que te veo diría “te quiero” y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré.

El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles “lo siento”, “perdóname”, “por favor”, “gracias” y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos y seres queridos cuanto te importan.”

Gabriel García Márquez.

martes, 1 de marzo de 2011

Anécdotas y curiosidades de Juan Pablo II

Anécdotas y curiosidades de Juan Pablo II

Un interesante conjunto de anécdotas y datos sobre el Sumo Pontífice que nos enseñan sus muchas facetas como ser humano y como Vicario de Cristo.

Por Guido Adolfo Rojas Zamorano

. En su infancia sus amigos lo llamaban Lolek, y todavía usan ese diminutivo sus parientes y algunos íntimos suyos de Polonia

. De joven mostró un gran interés por el teatro y la literatura polaca

. Trabajó arduamente como obrero en una cantera

. Es el primer Papa polaco, y el primero venido de un país comunista

. Cuando gozaba de buena salud fue aficionado al esquí, escalar montañas y montar en canoa de remo

. Fue el primero que repitió el nombre de su predecesor -Juan Pablo I-.

. Es el primer Papa en ser herido de un tiro en la calle

. Es el primer Pontífice en ingresar a un hospital público.

. Según una encuesta realizada en la diócesis de Indiana (EEUU), lo que más les llama la atención a los feligreses es su sonrisa, la devoción mariana, su dominio de varios idiomas, el perdón concedido al que quiso asesinarlo y su amor a los niños y los pobres

. De acuerdo con un estudio efectuado en 22 países de América Latina, España y Portugal a más de 40 mil estudiantes de secundaria; reveló que los jóvenes admiran principalmente a personajes solidarios. Juan Pablo II ocupó el primer lugar y la madre Teresa de Calcuta el segundo

. En Navidad, suele obsequiar a algunas amistades, a los cardenales y a todos los trabajadores del Vaticano; una botella de vino y un pan dulce de limón con pasas

. Todos los viernes santos va a confesar a la basílica de San Pedro. Bautiza en su capilla privada a los hijos de sus amigos o a los de sus más modestos colaboradores, y casó a una mecanógrafa con un cerrajero

. Es el autor de cuatro libros y más de 500 artículos y ensayos

. En marzo del 2003, el Vaticano presentó el sexto libro de poemas místicos escritos por Juan Pablo II, que lleva por título Tríptico Romano

. Ha realizado tres exorcismos durante su pontificado, el más conocido fue en 1982, a una joven mujer que se revolcaba en el piso durante la audiencia general en el Vaticano

. El 13 de abril de 1986 realizó un gesto histórico al visitar la sinagoga de Roma, situada frente al Vaticano, al otro lado del río Tíber

. El 12 de marzo de 2000, pidió perdón por las faltas humanas cometidas en la Iglesia Católica en toda su historia. Haciendo referencia a las cruzadas, la inquisición, la discriminación hacia las mujeres y las etnias

. El 6 de mayo del 2001, se convirtió en el primer pontífice romano que ora en una mezquita; la de los Omeyas, en Damasco, Siria.

. En mayo del 2002, se reunió en la plaza de San Pedro con cientos de ex prostitutas durante la audiencia general

. En ese mismo mes, después del encuentro ecuménico de oración en Asís, Juan Pablo II mandó un mensaje a los jefes de estado, invitándolos a adoptar una lista de diez compromisos por la paz mundial

. Tras el encuentro de Asís, por primera vez después del cisma entre Oriente y Occidente de 1054, una delegación oficial de la Iglesia Ortodoxa Griega (la más reacia a Roma junto con el patriarcado de Moscú), fue recibida por el Papa Juan Pablo II en el Vaticano

. El 16 de octubre del 2002, al celebrar el 24 aniversario de su elección, proclamó en la plaza de San Pedro que cumplirá su misión hasta el final

. En agosto del 2002, viajó a su tierra natal Polonia, donde realizó una misa en Cracovia ante más de dos millones de fieles; siendo hasta el momento la más grande de la historia

. El 14 de noviembre del 2002 visitó el parlamento italiano, la primera vez que el jefe de la Iglesia Católica lo hacia en 150 años. Su discurso se centró en el terrorismo internacional y la globalización; y fue tan elocuente que al verlo por la televisión el mafioso italiano Benedetto Marciante, capo de la Cosa Nostra y acusado de homicidio y de extorsión, se entregó a la policía romana

. A partir de enero del 2003, las meditaciones, pensamientos e inquietudes del papa, pueden ser escuchadas por los fieles a través de los teléfonos móviles en Italia

. En junio del 2003, a sus 83 años de edad, completó su viaje número cien al llegar a Croacia

. El 19 de julio del 2003, se dio a conocer la noticia que el Papa había destinado cerca de ocho millones de dólares para obras de caridad en numerosos países del mundo. La donación se utilizará en proyectos de educación, salud, formación profesional, vivienda, protección de mujeres, niños y ancianos

. Una montaña del polo sur llevará el nombre del Papa Juan Pablo II, como homenaje a sus 25 años de pontificado.

Guido Adolfo Rojas Zamorano es licenciado en Ciencias Religiosas por la Pontificia Universidad Javeriana de Botogá (Colombia).

Karol Wojtyla me salvó la vida en 1945

Karol Wojtyla me salvó la vida en 1945


Una judía israelí revela cómo fue socorrida por el Papa al final del Holocausto nazi

JERUSALEN, 6 feb (ZENIT).- «Me acuerdo perfectamente. Me encontraba allí, era una niña de trece años, sola, enferma, débil. Había pasado tres años en un campo de concentración alemán, a punto de morir.

Y Karol Wojtyla me salvó la vida, como un ángel, como un sueño venido del cielo: me dio de beber y de comer y después me llevó en sus espaldas unos cuatro kilómetros, en la nieve, antes de tomar el tren hacia la salvación».

Edith Zirer narra el episodio como si hubiera sucedido ayer. Era una fría mañana de primeros de febrero de 1945. La pequeña judía, que todavía no era consciente de ser el único miembro de su familia que sobrevivió a la masacre nazi, se dejó llevar en los brazos de un sacerdote de 25 años, alto, fuerte, que sin pedirle nada, simplemente le dio un rayo de esperanza.

Hoy aquel sacerdote, según ella, es el obispo de Roma. Edith querría agradecer finalmente aquel gesto. «Sólo un pequeño gracias en polaco por aquello que hizo, por la manera en que lo hizo, para decirle que nunca me olvidé de él», dice desde su hermosa casa ubicada en las colinas del Carmelo, en la periferia de Haifa.

Edith tiene 66 años y dos hijos. Reconstruyó su vida en Israel, donde llegó en 1951, cuando todavía padecía las lacras de la tuberculosis y los fantasmas de la guerra alteraban sus sueños.

Durante todo este tiempo se ha guardado esta historia. Cuando en 1978, Karol Wojtyla subió a la cátedra de Pedro, comenzó a sentir la necesidad de hablar, de contarlo a alguien, de mostrar su agradecimiento. La pregunta surge inmediatamente: pero, ¿cómo puede estar segura de que aquel sacerdote es el Papa? ¿Por qué ha esperado tanto?. Estos interrogantes se los han planteado también los periodistas de «Kolbo», el semanario de Haifa que hoy publica un artículo sobre este asunto. «El relato es convincente. No trata de hacerse publicidad, todos los detalles que ofrece parecen creíbles», dicen los redactores. Tan convincentes que la embajada israelí ante la Santa Sede ya está moviéndose para tratar de poner en contacto a la señora Zirer con la secretaría del Papa.

La narración habla por sí misma. «El 28 de enero de 1945 los soldados rusos liberaron el campo de concentración de Hassak, donde había estado encerrada durante casi tres años trabajando en una fábrica de municiones --explica Edith, quien entonces tenía trece años--. Me sentía confundida, estaba postrada por la enfermedad. Dos días después, llegé a una pequeña estación ferroviaria entre Czestochowa y Cracovia». Precisamente en Cracovia, Wojtyla acababa de ser ordenado sacerdote. «Estaba convencida de llegar al final de mi viaje. Me eché por tierra, en un rincón de una gran sala donde se reunían decenas de prófugos que en su mayoría todavía vestían los uniformes con los números de los campos de concentración. Entonces Wojtyla me vio. Vino con una gran taza de té, la primera bebida caliente que había podido probar en las últimas semanas. Después me trajo un bocadillo de queso, hecho con pan negro polaco, divino. Pero yo no quería comer, estaba demasiado cansada. El me obligó. Después me dijo que tenía que caminar para coger el tren. Lo intenté, pero me caí al suelo. Entonces, me tomó en sus brazos, y me llevó durante mucho tiempo. Mientras tanto la nieve seguía cayendo. Recuerdo su chaqueta marrón, la voz tranquila que me reveló la muerte de sus padres, de su hermano, la soledad en que se encontraba, y la necesidad de no dejarse llevar por el dolor y de combatir para vivir. Su nombre se grabó indeleblemente en mi memoria».

Cuando finalmente llegaron hasta el convoy destinado a llevar a los detenidos hacia Occidente, Edith se encontró con una familia judía que le puso en guardia: «Atenta, los curas tratan de convertir a los niños hebreos». Ella tuvo miedo y se escondió. «Sólo después comprendí que lo único que quería era ayudarme. Y quisiera decírselo personalmente».

...Edith Zirer, casada hoy y con 2 hijos, que vive en Haifa, en una colina del Monte Carmelo, quiso estar con el Papa (59 años después de lo ocurrido) en su histórico viaje a Tierra Santa para darle personalmente las gracias justamente en el Memorial del Holocausto Yad Vashem. Fue un día inolvidable para ella y para toda la población judía, así como una lección universal de humanidad...".