Cuando Dios creó a la mujer...
“Cuando hice los cielos y la tierra, con mis palabras los formé.
Cuando hice al hombre, lo formé y respiré en él, aliento de vida.
Pero, tú mujer, te formé después de respirar el aliento de vida en el hombre”
¿La razón? – Las ventanitas de tu nariz eran muy delicadas.
Le hice caer al hombre en un profundo sueño para formarte perfectamente
y con paciencia. Para que él no interfiriera con mi creatividad.
Mujer, de un hueso te formé.
Escogí el hueso que protege la vida del hombre,
la costilla, que protege su corazón y sus pulmones.
También la costilla sirve de apoyo y soporte a su cuerpo,
eso es lo que yo quiero que hagas por él.
Alrededor de este singular hueso, te formé. Te hice perfecta y hermosa.
Tus características son como la costilla, fuerte, pero delicada y frágil.
Tú provees protección para el órgano más delicado del hombre, su corazón.
Quiero que apoyes al hombre así como sus costillas sostienen su cuerpo.
Mujer, no fuiste tomada de los pies del hombre, para estar debajo de él,
ni tampoco te formé de su cabeza para que estés encima.
Te formé de su costado, para estar a su lado
y que él te pueda tener muy cerca de su corazón.
Eres mi ángel perfecto, mi hermosa niña.
Has crecido para ser una mujer espléndida, de gran excelencia y
mis ojos se llenan de asombro cuando veo las virtudes que hay en tu corazón.
Tus labios, son hermosos cuando abres para hablar conmigo.
Tu nariz, formada a la perfección. Tus manos, suaves al tocarlas.
He acariciado tu rostro durante tus sueños más profundos.
He tenido tu corazón muy cercano del mío.
De todo lo que vive y respira, tú eres la que más se asemeja a mi.
Adán caminaba conmigo en la frescura del día, pero se sentía solo.
No me pedía ver, ni tocar. Sólo me pedía sentir.
Así que todo lo que yo quería que Adán compartiera y experimentara conmigo,
lo formé en ti; mi santidad, fuerza, pureza, amor, protección y apoyo.
Mujer, eres especial, porque eres una extensión de mi.
El varón representa mi imagen; tú, mis emociones.
Juntos, los dos representan la totalidad de Dios.
Por esa razón, hombre, cuida bien a la mujer,
ámala, respétala, porque ella es un vaso frágil.
Si la hieres, me hieres a mí. Lo que le haces a ella, me lo haces a mi,
Al dañarla, solo consigues dañar a tu propio corazón,
al corazón de tu Padre y al de su Padre.
Mujer, apoya al hombre,
en humildad, demuéstrale el poder de las emociones que te he dado,
en quietud, demuestra tu fuerza,
en amor, muéstrale que eres la costilla que protege su ser interior.
Felipe Hutsell