Que hay más grato que oír la voz de un amigo, mirar su cara sonriente o
sentir la calidez de su abrazo?
Una de las bendiciones más bellas de la vida es tener un amigo con el que
podamos discutir libremente nuestros temores y compartir entusiastamente
nuestros sueños. Alguien que nos acepte tal como somos, a pesar de
nuestros defectos.
Un amigo verdadero nos anima, nos conforta, nos acoge como un gran sillón
y nos ofrece un refugio a salvo del mundo. Un amigo verdadero permanece a
nuestro lado en los buenos y en los malos tiempos. Un amigo verdadero nos
escucha cuando necesitamos exponer un problema. Un amigo verdadero
contesta el teléfono a medianoche y no se molesta por ello. Un amigo
verdadero nos defiende del mundo.
Hablamos de "amigos" y de "conocidos" porque sabemos la diferencia. A los
conocidos los encontramos, los disfrutamos y podemos dejarlos atrás
fácilmente: pero la amistad echa hondas raíces. Aun cuando estemos
separados por el tiempo y la distancia, la amistad continua creciendo y
madurando.
Todos hemos vivido la experiencia de encontrar a un viejo amigo después de
muchos años y descubrir que somos capaces de renovar nuestra relación como
si la separación solo hubiera durado unos minutos.
Un proverbio nigeriano dice: "Sostén con ambas manos a un amigo
verdadero".
Los amigos verdaderos y fieles son, no cabe duda, un tesoro: tocan
nuestros corazones y fortalecen nuestro espíritu con sus palabras,
un toque, y algunas veces solo con el mero hecho de estar ahí, sin decir
palabra.
"Un padre es un tesoro; un hermano es un consuelo; un amigo es ambos"
Benjamin Franklin.-
A la pregunta: " Que es un amigo?" su respuesta fue: "Un alma que habita
en dos cuerpos"
Aristóteles
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