La otra orilla
Adentró sus pasos en el mar
sin volver atrás la mirada,
quería perderse entre las olas
y despertar en la otra orilla
donde nadie la encontrara.
La noche era amarga y fría,
el viento susurraba al oído
palabras que ella ignoraba;
quería romper las cadenas
y escapar de la cárcel sombría
que la ahogaba entre lágrimas.
Los pies descalzos sentían la arena,
la misma donde de niña jugaba
a seguir sus propias huellas.
Ahora la playa estaba vacía,
bajo un cielo oscuro, sin estrellas.
Y llegaron los días lluviosos,
las noches sin luna, los campos desiertos;
eco de la inocencia perdida,
de los castigos sin culpa,
del llanto bajo el silencio.
Mas el sol acudió en su ayuda
y despuntó en el horizonte,
las aguas reflejaron mil rayos,
el cielo se cubrió de colores.
Recordó el abrazo de sus padres,
de su abuela, las caricias,
los juegos compartidos con su hermana,
las confidencias de su mejor amiga.
Volvió la luz a sus ojos
y nació en ellos la sonrisa
al comprender que su alma guardaba
los mejores tesoros: amor y vida.
El eco se iba apagando,
la dulce mañana amanecía
y lentamente volvió sobre sus pasos
siguiendo las olas hacia la orilla.
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Silvia Martínez Sánchez
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